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30 de noviembre de 2012

Manifiesto del viajero

Hoy leí en el perfil de facebook de Santiago, un compañero por unas pocas clases en un curso de fotografía, este manifiesto. Y lo que dice es simplemente hermoso, por lo cierto que es. Por esas casualidades o causalidades de las cosas, leo esto unos días antes de salir hacia Costa Rica; sí, en un viaje de 15 días para el cual ahorré gracias al trabajo poco sano en una oficina, pero bueno, por algo se empieza. ;-)

¡Allá vamos Pura Vida!
http://traveler.nationalgeographic.com/books-excerpts/top-ten-costa-rica-text

 
MANIFIESTO DEL VIAJERO

Creemos...

Que la condición humana admite más posibilidades que el diploma y la oficina. Nuestra sociedad actual considera a las personas poco más que herramientas especializadas. Eficiencia y productividad son valores imperantes. Ante este recorte nos proponemos revalorizar el conocimiento y la experiencia como valores, y el viaje como un medio privilegiado de acceder a ellos.

Que una sociedad de individuos entrenados para ser autosuficientes y no preguntarle la hora a nadie es un criadero de neuróticos. De neuróticos y de futuros consumidores de alarmas y pastillas para el stress. Al viajar como mochileros, al hacer dedo, reestablecemos el contacto humano, esa llama vergonzosa.

Que ser responsable es darnos cuenta de que la vida es una sola, que se vive día a día, y que una vejez con jubilación digna no justifica una juventud de viejos. Ser responsable no significa solo asumir obligaciones, sino también animarse a asumir la libertad y no atarse innecesariamente cosas ajenas a nuestra esencia, que nadie es viejo en tanto no se haga cargo de su edad. Nunca es demasiado tarde para nada. Viejo es quien hace las cosas que se esperan de un viejo, solo porque otros lo esperan de él.

Que el mundo no es un lugar estático sino una maraña de caminos por los que millares de personas caminan a diario cruzando fronteras, vadeando arroyos o escalando montañas. Que ese mundo es aún un buen lugar para vivir, que las personas que lo transitan comparten algo que es mucho más fuertes que sus diferencias, sean estas de raza, religión o profesión. Estas personas son intrínsecamente buenas…

Creemos que el universo cuida de nosotros, y que una jornada laboral de 12 horas es más peligrosa que viajar a dedo… que nadie se encuentra en peligro por estar lejos de casa, creemos que las ciudades son definitivamente más peligrosas que las rutas, los montes y los lagos. Que el dinero es una parte opcional del equipaje, ya que nadie se alimenta de dinero. No sólo se hacen cosas a cambio de dinero. Pensar eso sería transportar arbitrariamente las relaciones comerciales a las relaciones humanas. Una sonrisa oportuna puede valer millones.

Que todos los viajeros podemos aprender los unos de los otros, que nadie nace sabiendo, que siempre hay alguien que va por primera vez a ese lugar que nosotros conocemos como la palma de nuestra mano. Que el viento que nos da de lleno en la caja de una chata puede ser la vacuna contra la rutina. Que la simplicidad es algo a ser reivindicado, y está más cerca de un pan casero al costado del camino que de un crédito hipotecario o vacaciones de quince días pagadas en tres años.

Que la meta es una excusa para dejarnos mecer por el azar y exponernos a las paradas imprevistas, los pueblos escondidos, las miles de posibilidades intermedias, transformando cada punto del mapa en una anécdota.

Que con cada auto que se detiene en una banquina barajamos y damos de vuelta, que ese preciso instante cambia de alguna manera nuestro viaje y de esa manera nuestra vida. Creemos que la ruta es la vida (Jack Kerouac 1922-1967)… que el autostop es una hermosa manera de aprender sobre las tierras por las que viajamos, sobre su gente y costumbres. Ahorrar dinero no es el objetivo de viajar a dedo, sino más bien su consecuencia lateral.

Que la felicidad constante es una de las formas ocultas en que obra la muerte. (Julio Cortázar, 1914-1984), que el viajero es preso de la paradoja de querer dar la vuelta a un circuito infinito, que si VOS llegaste hasta acá leyendo no deberías dejar pasar un minuto para empezar a pensar tu propia vuelta al mundo.

Si les gusta, compártanlo también, pónganle un link, cítenlo, hagan un pájaro de origami con él y échenlo a volar desde la terraza de su edificio, o déjenlo en hostels, campings, o trenes. Deslícenlo
furtivamente bajo el falso brillo de las puertas de los bancos y compañías de seguro, en los subtes donde algunos cautivos van premeditando su escape, en el box de tu compañero.

Como dijo Freire: “Dales la palabra, y serán libres”. Desde hace una década, este texto viene embrujando viajeros hacia abismo para que descubran sus propias alas. Durante años, circulo como anónimo.

Lo han hallado en la Carretera Austral chilena y en la India.